CONGRESO BUSCA AMORDAZAR A SUS TRABAJADORES ANTE LA PRENSA, EN MEDIO DE ESCÁNDALOS Y DENUNCIAS
* Coacción. Con ese término, el
congresista Juan Burgos criticó la orden del Congreso que impide a sus
empleados brindar declaraciones sobre temas relacionados con el Parlamento. La
disposición expone casos de presunto acoso laboral y saca a la luz una denuncia
que involucra directamente al Legislativo.
Durante la última semana, la Oficialía Mayor del Congreso envió un recordatorio al correo institucional de los trabajadores, exhortándolos a respetar el artículo 89 del Reglamento Interno de Trabajo. Esta norma prohíbe brindar declaraciones públicas a los medios de comunicación sobre temas vinculados al Parlamento o a los legisladores, con la finalidad de que no afecte la imagen o dignidad de los congresistas.
El hecho no llamaría la atención
si es que durante la misma semana, el Área de Desarrollo y Bienestar del
Personal no hubiese vuelto a enviar un nuevo recordatorio de la normativa, pero
esta vez añadiendo el pedido de "lealtad, veracidad y justicia".
Estos "recordatorios" que buscan coaccionar a los trabajadores, están
ligados a procesos disciplinarios de suspensión o cese de trabajo que han sido
abiertos a trabajadores por expresar opiniones en contra del Parlamento o la
Mesa Directiva.
ANTECEDENTES
“Las coincidencias no existen”,
decía Sigmund Freud, y esta frase parece cobrar sentido frente a lo ocurrido en
los pasillos del Parlamento peruano. En marzo de 2024, Diego Pomareda, exasesor
del Congreso, fue sometido a un proceso disciplinario luego de publicar en X
(antes Twitter) comentarios críticos sobre el daño que le estaba haciendo el
Congreso al Estado Constitucional.
Pomareda asegura que sus tweets
incomodaron a la Mesa Directiva, que no tardó en convertir su caso en un
proceso disciplinario, a través de un oficio emitido por Oficilía Mayor.
"Cuando escribí esos tuits, por la visibilidad que tenía, la Mesa Directiva
decidió elevar mi caso como un proceso disciplinario, y luego ese proceso duró
un año internamente", señaló el extrabajador.
Durante ese largo proceso, relata
haberse sentido “maltratado” por las reiteradas citaciones sin resultado:
convocatorias para brindar su defensa oral que terminaron en sesiones
canceladas o con la ausencia de los miembros de la comisión encargada. Para Pomareda,
más que una investigación, su caso se convirtió en una forma de hostigamiento
institucional. Sin embargo, lo más alarmante fue lo que vino después.
Cuando Pomareda renuncia a su
puesto dentro del Congreso, la institución decide no reconocerle los últimos 4
días de trabajo indicándole que había sido suspendido e ingresándolo en un
registro de funcionarios sancionados. "La conclusión a la que llego es que
la suspensión se da con la finalidad de que me ingresen a un registro de
funcionarios sancionados, afectando mi vida profesional y académica",
aseguró.
El caso de Diego Pomareda,
exasesor y profesor de derecho constitucional, no solo revela un aparente
hostigamiento interno, sino que estaría conectado con el reciente memorándum y
recordatorios emitidos por el Congreso a sus trabajadores. Ante lo que consideró
una arbitrariedad, Pomareda decidió recurrir al Poder Judicial e interpuso una
demanda laboral contra el Parlamento.
"Después de seis meses de
espera, hace dos semanas el Poder Judicial admitió mi demanda y ha citado al
Congreso para que responda el 14 de agosto", informó. La notificación le
llegó recientemente, y según él, no se trata de una coincidencia. Pomareda
vincula este avance judicial con los recientes comunicados emitidos por el
Legislativo, en los que se advierte a los trabajadores que no pueden dar
declaraciones a la prensa ni brindar testimonios.
"Yo quiero que el Poder
Judicial emita una sentencia en la que diga que los trabajadores, que defienden
ciertos principios y ciertas luchas políticas con su congresista, están en la
libertad de expresarse en disconformidad con el Parlamento", puntualizó
Pomareda, indicando que este será el principal objetivo que planteará dentro
del juicio que viene llevando contra el Congreso.
SINDICATOS EN DESACUERDO CON LA
MALA INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 89
La tensión entre el Congreso de
la República y sus trabajadores no cesan con Pomareda. Las denuncias no solo
apuntan a represalias individuales, sino a una política institucional que
estaría vulnerando derechos fundamentales de la Constitución Política del Perú.
El Sindicato de Trabajadores del
Parlamento (Sitraparl) alzó la voz mediante un comunicado dirigido al
presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, y a la Mesa Directiva, exigiendo que
se respete el artículo 2 de la Constitución, que garantiza las libertades de
información, opinión y expresión. El gremio advirtió sobre una peligrosa mala
interpretación del artículo 89 del Reglamento Interno del Congreso, que estaría
siendo usado para amordazar a trabajadores que cuestionan o solicitan
información sobre las acciones del Legislativo.
Tulio Vizcarra, presidente del
sindicato Sitracon, también se sumó a los cuestionamientos, señalando que el
artículo en mención —incluido en un memorándum firmado por el oficial mayor,
Giovanni Forno— ha sido interpretado de forma represiva por ciertas autoridades
del Congreso. Vizcarra aclaró que el reglamento se refiere principalmente a la
confidencialidad del trabajo técnico desarrollado en las comisiones, no a la
prohibición de la libertad de expresión de los trabajadores. “No le pueden
quitar la libertad de expresión a nadie”, enfatizó.
En ese contexto, Marie Silva,
secretaria general del sindicato Sitracon, denunció públicamente que tanto ella
como otros dos compañeros fueron blanco de procesos disciplinarios luego de
solicitar información sobre el reciente viaje a China realizado por Salhuana
junto a la funcionaria Yessenia Lozano, en medio de cuestionamientos por
presunta falta de transparencia.
Silva reveló que, tras esa
solicitud, fue víctima de violencia verbal y acoso por parte de Víctor Neciosup
Santa Cruz, un trabajador cercano al presidente del Congreso. Según su
testimonio, durante una ceremonia oficial, Neciosup la increpó: “Le estás faltando
el respeto al señor presidente del Congreso y estos hechos te traerán
consecuencias”. Acto seguido, simuló una llamada mencionando a una tal “Sonia”,
nombre que coincidiría con la jefa de Recursos Humanos del Parlamento.
Pese a tratarse de una denuncia
formal ante Oficialía Mayor, la respuesta de la Mesa Directiva fue
sorprendente: los tres trabajadores fueron acusados directamente de cometer
delitos penales como injuria, difamación y calumnia, sin siquiera hablar de presuntas
faltas. La resolución los calificó de infractores graves, en lo que el
sindicato considera una represalia por parte del Congreso por ejercer su
derecho a la transparencia y la libertad de expresión.
Este patrón de silenciamiento
interno —que se suma al caso del exasesor Diego Pomareda y a los recientes
comunicados que prohíben a los trabajadores hablar con la prensa— pone al
descubierto una grave contradicción dentro de una institución que debería ser
garante de democracia. En lugar de dar el ejemplo, el Congreso parece haberse
convertido en un espacio donde la crítica se castiga y la verdad se censura.
(LA REPÚBLICA/Pamela Arroyo)
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